Por Rafael Aguirre
1. No perder capacidad de asombro, la cual debo alimentar con la
lectura, la poesía y sobre todo con la vida.
2. Cuidar, depurar, fomentar el idioma en todas sus expresiones y si
aprendo una segunda lengua, será para conocer más y mejor el idioma materno.
3. Leer mucho, tanto como un libro por cada cuartilla que escriba.
4. Amar y usar los diccionarios como las más apreciadas herramientas de
trabajo.
5. Utilizar, entre mis instrumentos de trabajo, una colección sistematizada
de ideas propias y ajenas.
6. Con ruido o en silencio, solo o acompañado, sentado o de pies, con
música o sin música, en casa o fuera de ella… Nada será un pretexto para dejar
de escribir.
7. Escribir todos los días así sea una palabra, alguna idea o
pensamiento, en una libreta de bolsillo o en una servilleta si es el caso.
8. Corregir hasta el infinito, que las cuartillas que tire a la
papelera sean más que las que queden por escrito.
9. Que mis escritos pasen por la lectura de otra persona con cierto dominio
del idioma; tener la suficiente humildad para saber que cuatro ojos ven más que
dos. Uno siempre se escucha a través de otro.
10. La publicación o los concursos literarios no serán la principal
motivación de mi escritura, eso será secundario; a ello llegará, sin embargo,
lo que se imponga y esté maduro a costa de mucho trabajo.
NOTA AL MARGEN:
Después
de leer tantos decálogos y consejos de escritores maduros y tener una buena
colección de ellos, veo que el mío es demasiado circunspecto. Al igual que
sucede con todos los mandamientos y decálogos, lo más seguro es que nadie los
cumpla; en un principio los acaté con espartana disciplina y hoy creo que de
algo me sirvieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario