lunes, 16 de marzo de 2015

CONSEJERÍA LETRADA 17

Lisa Gabriele (Foto: Divulgação)
TRECE MANERAS DE VOLVERSE AUTOR
Por Liza Gabriele


1. Empiece en pequeño. Aparte unas cuantas palabras por semana; las que pueda permitirse. Algunas que no le hagan falta. Pasado un tiempo, usted tendrá unos cuantos cientos, y antes de que caiga en cuenta, tendrá unos cuantos miles, y pronto tendrá todo un libro. La esperanza es que sea lo suficientemente bueno para permitirle pensionarse. Escribir un segundo libro es de veras difícil, y no resulta aconsejable.

2. Escriba sobre algo que sepa. Pero tenga cuidado. Sólo porque usted se sabe Al faro de memoria, no quiere decir que debería escribir ese libro. Alguien –una tal Virginia no sé qué cosa– ya lo escribió.

3. Si tiene bloqueo de escritor, pare y tómese un tiempo. Trate de mantener el asunto por debajo de diez años.

4. Consígase una musa. Si no la halla con facilidad, contrate una de esas que aparecen en la sección de “masajista” en las páginas de los clasificados de periódico local. Exija que le den recibo.

5. Empiece joven. Dios, no demasiado joven. Pero pregúntese: "¿35 se considera joven hoy en día?”. Luego ya no se preocupe más porque alguien le diga que empezó tarde.

6. Si usted piensa ejercitarse en el género de las memorias, asegúrese de haber sido pobre de solemnidad, o terriblemente rico, o sobreviviente de una guerra brutal (las domésticas funcionan, cómo no). Al final usted debe haber salido bien librado. Si los criterios aquí descritos no aplican en su caso, escriba sobre fútbol.

7. Buena suerte con las escenas de sexo. De nuevo, escriba sobre lo que sabe (je, je, je, je…).

8. Aléjese de los así llamados “negros”. Ellos no existen (ningún escritor trabaja de veras para otro).

9. Consígase un agente. Déle las gracias en su libro. El lugar adecuado es justo encima de su benévolo profesor de bachillerato y debajo de su loca e incomprendida madre.

10. Si tiene la suficiente suerte como para levantarse un editor, lea cada palabra de su contrato. Incluso lo que viene en letra menuda, cuya lectura exige microscopio. Haga que un abogado le eche un vistazo. De hecho, muéstreselo a sus amigos y distribúyalo entre los miembros de la familia, cercana y lejana. Ándele, bótelo desde un avión que vuele a poca altura, permitiendo así que las evidencias de su genialidad se dispersen por las calles, porque, ¿puede usted creerlo?, alguien le está pagando en serio por escribir algo. ¿No es asombroso? Luego firme el pinche papel.

11. Mientras usted no está escribiendo, escribiendo, escribiendo, deberá estar leyendo, leyendo, leyendo. Pero usted no deberá estar siempre leyendo, leyendo, leyendo lo que estaba escribiendo, escribiendo, escribiendo.
Eso se llama bloqueo de escritor. Relea el aparte No. 3. ¡Ojo!, no una y otra vez.

12. No escriba en público. No lleve su computador portátil al café. No garabetee en los restaurantes. La otra gente está comiendo. A menos que se haya incendiado su casa. A menos que, de veras, usted no tenga dónde vivir. La escritura es una ocupación para ser realizada en su propio y húmedo infierno.

Usted se estaba buscando esa fecha límite imposible, ¿no es cierto? Usted se la ganó con la insistidera en que quería ser escritor (y escritora también, pues las calamidades no permiten diferencia de género), con la obsesión de lo MUCHO que tenía para DECIRLE al mundo. De modo que calle la boca y escriba, sin perturbarnos a los demás, que ya tenemos más que suficiente con nuestras dietas imposibles, con nuestras vidas mediocres, con nuestras boletas fiscales (un día sí y el otro no), con nuestras carpas perforadas.

¡Morirse de hambre es muy sexy! ¡La pobreza ennoblece! Nadie quiere oír nada sobre lo difícil que es estar solo con sus demonios interiores, que pujan y patalean para salir a descrestar al mundo. ¡NADIE!

13. Por encima de todo, evite los clichés como la peste.

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