lunes, 30 de marzo de 2015

POR QUÉ ESCRIBO




Para mí es indispensable vivir y escribir, vivir solamente no es indispensable.

Me es tediosa la vida sin ciertas dosis de sorpresa y emociones fuertes, las cuales ocurren a diario, pero a veces no son tantas ni tan emocionantes, entonces escribo para repetir, corregir o acomodar a mi asombro las sorpresas que traen los días. Trato de hacer partícipes a otros del mismo goce.

Escribir es un oficio imposible, a veces inútil, a veces doloroso, pero es un reto al destino emocionante como el peligro lo es para el aventurero.

viernes, 20 de marzo de 2015







"Estudie LITERATURA para enseñar. Esta es la profesión más noble a la que se puede dedicar una persona. Se trata de abrir la mente y ensañar a pensar".

                                            María Kodama

"SOLO EL LENGUAJE NOS PROTEGE DEL ESPANTO DE LAS COSAS SIN NOMBRE"

                                                                                                     Tony Morrison

CONSEJERÍA LETRADA 25

DICCIONARIOS Y BASES DE DATOS EN ESPAÑOL:


·  Diccionario de Lengua Española, DRAE, de la Real Academia Española. http://lema.rae.es/drae/

·   Diccionario CLAVE, de la Editorial SM. http://clave.smdiccionarios.com/app.php

·   Dirae, diccionario inverso basado en el DRAE y el CREA. http://dirae.es/

FUNDÉU, FUNDACIÓN DEL ESPAÑOL URGENTE, DE LA AGENCIA EFE Y EL BBVA, DICCIONARIO DE DUDAS.

· http://www.fundeu.es/

·  Diccionario de Partículas Discursivas del Español, de varias universidades. http://www.dpde.es/

·   Diccionario Salamanca de la Lengua Española. Ed. Santillana S. A. http://fenix.cnice.mec.es/diccionario/

VER PÁGINA DE LOS DICCIONARIOS DE J. A. MILLÁN, SOBRE NOTICIAS Y NOVEDADES EN DICCIONARIOS. DICCIONARIOS Y VOCABULARIOS EN OTRAS LENGUAS

·  Diccionarios.com. Spes Ed. con Larousse y Vox. http://www.diccionarios.com/

·  Diccionarios de elmundo.es, monolingües y bilingües, ES, IN, F. http://www.elmundo.es/diccionarios/

·  IATE. InterActive Terminology for Europe. http://iate.europa.eu

 BUSCATERMOS, SERVIZO DE NORMALIZACIÓN LINGÜÍSTICA, UNIVERSIDADES DE SANTIAGO DE COMPOSTELA,

·  Gallego, IS, AN, PO. https://aplicacions.usc.es/buscatermos/publica/index.htm

 WORDREFERENCE – ONLINE LANGUAGE DICTIONARIES, COORDINADO POR MICHAEL KELLOGG (USA).

· http://www.wordreference.com/

TRADUCTORES AUTOMÁTICOS:

·   Babel Fish, de Yahoo: muchas lenguas. http://www.babelfish.com/

·   Bing Translator, de Microsoft, con muchas lenguas. http://www.bing.com/translator

·   Google Traductor, de Google, con muchas lenguas. http://translate.google.com/

·  El Mundo: ES, IN, F, G. http://www.elmundo.es/traductor/

·   El País: muchas lenguas. http://servicios.elpais.com/traductor/

·   Instituto Cervantes, CAT, ES, IN, F, gallego, PT, EUS, chino. http://traductor.cervantes.es/

·  PROMPT – Free Online Translator and Dictionary: IN, F, GL, IT, PT, RUS. http://www.online-translator.com/

·   Reverso, de Softissimo: ES, IN, GL, F, IT, RUS, GR. http://www.reverso.net

·   InterNOSTRUM, de la Universitat d’Alacant: CAT, ES. http://www.internostrum.com/

·   OpenTrad Machine Translation. GL ES CA EUS IN PT FR. http://www.opentrad.com/

CÓRPORA DE TEXTOS EN ESPAÑOL:

·   CREA, Corpus de Referencia del Español Actual, de la RAE (oral y escrito). http://corpus.rae.es/creanet.html

·   CORDE, Corpus Diacrónico del Español, de la RAE. http://corpus.rae.es/cordenet.html

·   Corpus del Español, de Mark Davies, Brigham Young University. http://www.corpusdelespanol.org/

·   El Grial, Escuela de Lingüística de Valparaíso, corpus de libros de texto de varias disciplinas. http://elv.cl/

·   SOL, Spanish Online Concordancias Españolas, de David Mighetto. http://spraakbanken.gu.se/konk/rom2/

HERRAMIENTAS GRAMATICALES: EMPRESAS, GRUPOS Y WEBS CON PROGRAMAS DE INGENIERÍA LINGÜÍSTICA:


 CLIC, Centre de Llenguatge i Computació, de la Universitat de Barcelona, ofrece varios corpus y herramientas automáticas de análisis morfológico (flexionador, lematizador, etiquetador), sintáctico (analizador) y léxico (nombres propios, léxico bilingüe, colocaciones), en CAT y ES. http://clic.ub.edu/ca
CONSEJERÍA LETRADA 24

El adjetivo y sus arrugas
 
Alejo Carpentier


Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera. Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: "Dime con quién andas...", " Tanto va el cántaro a la fuente...", " El muerto al hoyo...", etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.
El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío, medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados, difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos, marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France, en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse "un tono de época". Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes.
Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal autor de ayer nos resulta insoportable, no nos referimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y orfebrerías, de la adjetivación.
Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad, consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el Quijote.


CONSEJERÍA LETRADA 23

16 OBRAS QUE TODO JOVEN ESCRITOR DEBE LEER, SEGÚN HEMINGWAY
(Publicado el 25 de septiembre de 2014 en la categoría: Arte y Cultura)

Uno de los secretos de Ernest Hemingway fue el ritual de su creación literaria. Hemingway tenía un estudio, pero no escribía allí, prefería la habitación donde se encontraba su “escritorio de trabajo”: un pequeño librero sobre el que descansaba la hoja, y allí, de pie, el autor de El viejo y el mar podía terminar hasta siete lápices redactando sus manuscritos. 
Esta habilidad técnica y cognitiva lo haría uno de los escritores más populares de la literatura del siglo pasado. Su formación como periodista y corresponsal durante las grandes guerras y la Guerra Civil Española le heredó un estilo de frases directas, cortas y de gran fuerza visual. Hemingway prescindía de recursos innecesarios y sumaba sus experiencias a sus relatos, cuentos y novelas. 
Cuando Arnold Samuelson terminó la lectura de la historia corta One Trip Across, el joven, de 22 años de edad, tomó una de las decisiones que cambiaría su vida: viajar por América para buscar al autor y pedirle consejos de escritura.
Inspirado por la lectura, en 1934 el estudiante de periodismo de la Universidad de Minnesota aspiraba a convertirse en escritor. Con autostop, el joven emprendió camino a Key West. Con un ambiente de depresión que podía paladearse, el chico pasó la noche en un muelle hasta que un policía le propuso dormir en la cárcel local. A la mañana siguiente despertó y fue en busca de la casa de su héroe.
El joven narra que, después de llamar a la puerta, el propio Hemingway abrió y se postró frente a él con un gesto de fastidio en espera de que el chico pronunciara la primera palabra. El discurso que había preparado para el encuentro se borró de su memoria. Hemingway, dijo, era un hombre grande, de caderas estrechas, hombros anchos; se puso de frente con los pies separados y los brazos colgando de cada lado. Estaba un poco echado hacia delante en la posición de un boxeador listo para dar el primer golpe.
Después del primer momento, el escritor espetó al chico sobre qué quería. Samuelson le explicó que había leído One Trip Across y había viajado hasta allí para hablar con él al respecto. Hemingway miró al chico y le pidió volver al siguiente día a la una y media.
El chico volvió al otro día y encontró al escritor sentado en su auto. Comenzaron a platicar y Hemingway le dijo a modo de consejo:
“Lo más importante que he aprendido sobre la escritura es que nunca se debe escribir demasiado a la vez”. “Nunca bombees hasta secarte. Deja un poco para el siguiente día. Lo más importante es saber cuándo parar. Cuando todo va bien, has encontrado un lugar interesante y ya sabes lo que va a ocurrir, ese es el momento de parar. Déjalo como está y no pienses en ello. Deja que el subconsciente haga el trabajo. A la mañana siguiente, después de haber tenido un buen sueño y ahora te sientes fresco, vuelve a escribir donde te quedaste el día anterior. El método es llegar a un lugar interesante donde ya sabes lo que va a ocurrir a continuación; seguir desde allí y parar en otro punto alto de interés. De esta manera el trabajo está repleto de lugares interesantes y resulta tal a medida de que avanza. La novela nunca se atasca”.
Luego, la plática se tornó a los libros. Hemingway preguntó al joven: “¿Alguna vez has leído la Guerra y la Paz? Eso es un maldito buen libro. Deberías leerlo. Vamos a mi taller y voy a hacer una lista de los libros que deberías leer”.
Esta es la lista de 14 libros y dos historias cortas que Hemingway sugiere como los libros que todo joven escritor debe leer:


“The Blue Hotel”, Stephen Crane
“The Open Boat”, Stephen Crane
Madame Bovary, 
Gustave Flaubert
Dubliners, 
James Joyce
The Red and the Black, 
Stendhal
Of Human Bondage, 
Somerset Maugham
Anna Karenina, 
Leo Tolstoy
War and Peace, 
Leo Tolstoy
Buddenbrooks, 
Thomas Mann
Hail and Farewell, 
George Moore
The Brothers Karamazov, 
Fyodor Dostoyevsky
The Oxford Book of English Verse
The Enormous Room, 
E.E. Cummings
Wuthering Heights, 
Emily Bronte
Far Away and Long Ago, 
W.H. Hudson
The American, 
Henry James

El escritor entregó a Samuelson una colección de cuentos cortos de Stephen Crane, además de una copia de A Farewell to Arms. Después de que el escritor escuchara las noches del joven en la cárcel local, lo invitó a dormir en la cabina del crucero Pilar. Samuelson trabajó para el escritor durante un año, y lo acompañó en los viajes a los cayos de Florida y Cuba. El joven publicaría más tarde sus memorias de las experiencias vividas a lado de Hemingway: With Hemingway: A Year in Key West and Cuba.


jueves, 19 de marzo de 2015


CONSEJERÍA LETRADA 22

Diez mandamientos para escribir con estilo


Friedrich Nietzsche
  1. Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.
  2. El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.
  3. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.
  4. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.
  5. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.
  6. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.
  7. El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.
  8. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.
  9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.
  10. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.
CONSEJERÍA LETRADA 21

william Faulkner (premio nobel 1949) contestó a la pregunta de un periodista sobre que se necesita para escribir y respondió lo que para mí son  las habilidades indiscutibles que debe reunir un escritor.




Para escribir se necesita:



  • experiencia
  • observación 
  • imaginación
  • trabajo
  • talento 
  • disciplina

lunes, 16 de marzo de 2015

CONSEJERÍA LETRADA 20


Escribir ciencia ficción

Isaac Asimov



A menudo recibo una carta de algún joven afanoso, aspirante a escritor, que me pide algunas "sugerencias" sobre el arte de escribir ciencia ficción.
Tengo la sensación de que estos jóvenes piensan que debe existir alguna fórmula mágica que los profesionales mantienen celosamente en secreto, pero que yo, como soy un tipo tan bueno, voy a revelar.
Lo siento, pero no hay tal cosa, no hay fórmula mágica, ni trucos secretos, ni atajos escondidos.
Lamento tener que decirle que es cosa de mucho trabajo durante largo tiempo. Si usted conoce algunas excepciones a esta regla, se trata precisamente de eso: de excepciones.
De todas maneras, hay algunos principios generales que, según mi modo de ver, podrían ser útiles. Son éstos:
Usted tiene que prepararse para una carrera de escritor exitoso de ciencia ficción de la misma manera que lo haría para cualquier otra profesión altamente especializada. Primeramente, tiene que aprender a usar sus herramientas, tal como un cirujano debe hacerlo con las suyas. La herramienta básica para cualquier escritor es su lengua, lo que significa que usted debe desarrollar un buen vocabulario y refrescar sus conocimientos de cosas tan prosaicas como la ortografía y la gramática.
El vocabulario está por encima de toda discusión, pero puede ser que usted piense que la ortografía y la gramática son cosas superfluas. Después de todo, si usted escribe una historia brillante y espléndida, seguramente el jefe de redacción estará encantado de corregir su ortografía y su gramática. ¡No es así! Él no lo hará.
Además, se lo dice un veterano, si su ortografía y su gramática son desastrosas, usted no puede escribir una historia brillante y espléndida. Quien no sabe usar la sierra y el martillo no fabrica muebles magníficos.
Aun si usted fue aplicado en el colegio, desarrolló su vocabulario, sabe deletrear "sacrilegio" y "sobreseer" y nunca dice "entre usted y mí" o " nunca no hice nada", eso no basta. Están también la estructura sutil de la oración y la construcción estilística del párrafo. Está el entrelazamiento inteligente de la trama, el manejo de los diálogos y miles de otros enredos.
¿Cómo hace usted para aprender todo eso? ¿Lee libros sobre cómo escribir o asiste a clases sobre el tema o a conferencias? Todas estas cosas tienen valor inspirativo, seguro, pero no van a enseñarle lo que usted quiere saber realmente.
Lo que sí ha de enseñárselo es la lectura detenida de los maestros de la prosa. Esto no significa que usted se obligue durante años a quedarse dormido sobre los clásicos aburridos. Los buenos escritores son invariablemente fascinantes; ambas cosas van juntas. A mi juicio, los escritores de lengua inglesa que hacen el mejor uso de la palabra justa en el momento preciso y que arman sus oraciones y párrafos con la mayor habilidad y estilo son: Charles Dickens, Mark Twain, y P.G. Wodehouse. Léalos; también a otros, pero con atención. Representan su aula.
Observe lo que hacen y trate de explicarse por qué lo hacen. No sirve de nada que se lo explique otra persona. Hasta que usted mismo no lo vea, no hay nada que pueda ayudarlo.
Pero supongamos que a pesar de sus esfuerzos usted no termina de aprender. Bueno, puede ser que usted no sea escritor. No es una desgracia. Siempre le queda la posibilidad de dedicarse a alguna profesión ligeramente inferior, como la cirugía o la presidencia de Estados Unidos. No será lo mismo, por supuesto, pero no todos podemos ascender a las alturas.
En segundo lugar, para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la lengua, también hay que saber de ciencia. Puede que usted no quiera hacer mucho uso de la ciencia en sus historias, pero de todas maneras tendrá que conocerla, para que lo que utilice esté bien utilizado.
Esto no significa que usted tenga que ser un científico profesional o un egresado de una carrera científica. No necesita ir a la universidad. Pero sí significa que tiene que estar dispuesto a estudiar ciencia por su cuenta, si su educación formal fue débil en ese aspecto.
No es algo imposible. Uno de los mejores escritores de ciencia ficción "dura" es Fred Pohl, que ni siquiera terminó la secundaria. Por supuesto que hay muy poca gente que es tan brillante como Fred, pero usted puede escribir mucho peor que él y ser todavía bastante bueno.
Afortunadamente, ahora se publica mucha más ciencia de divulgación de buena calidad que en las generaciones anteriores, y usted puede aprender mucho, con bastante poco esfuerzo, si lee los ensayos de algunos autores de ciencia ficción como L. Sprague de Camp, Ben Bova y Poul Anderson, o incluso Isaac Asimov.
Más aun, los científicos profesionales están escribiendo ahora también eficazmente para el público, como lo testimonian los magníficos libros de Carl Sagan. Y siempre está la revista Scientific American.
En tercer lugar, aun si usted sabe ya bastante de ciencia y también aprendió a escribir, todavía no es seguro que pueda sacar algo coherente de ambas cosas a partir de sus borradores. Deberá convertirse en un lector diligente de la ciencia ficción misma para aprender las convenciones y los trucos del oficio, como, por ejemplo, entretejer el medio ambiente con la trama.
CONSEJERÍA LETRADA 19

Gabriel García Márquez:
Los consejos del Maestro
Por  Josean Ramos*



“Yo, que vivo de las palabras, que trabajo con las palabras, tengo que andar con gran cuidado porque mi peor enemigo también son las palabras”.

Como escritor y periodista, debo reconocer que lo más significativo del encuentro con el Maestro Gabriel García Márquez aquella memorable tarde de agosto de 1985, fueron los sabios consejos y trucos que me dio relativos al oficio de escribir, esa artesanía singular que domina al manejar las palabras como herramientas de carpintería. Y es que el Gabo era un gran domador de palabras, que a veces peleaba y se enredaba a trompadas con ellas, ganaba y se dejaba ganar, hasta sentirlas caer por su propia fuerza de gravedad en el lugar que les correspondía dentro de la obra literaria. Al momento de la entrevista, el insigne escritor le daba la primera de varias lecturas a su recién concluida novela El amor en los tiempos del cólera, lo cual le permitía contar ya su verdadero argumento y la orfebrería en su creación, sin temor a que le trajera “pava” o mala suerte.

Cuando el Gabo se vestía su overol azul traído de Bangkok y se encerraba a escribir una novela, por lo general había dos versiones de la misma obra, la que iba narrando en las cuartillas y la que le contaba a sus amigos íntimos. En realidad no lo hacía por engañar a aquellos a quienes pensaba cada vez que declaraba a los periodistas que solo escribía para que sus amigos lo quisieran más. Lo hacía como parte del método de trabajo que le exigía su oficio, el más solitario del mundo, pensando quizás en aquello que dijo en cierta ocasión: “el que no tenga Dios, que tenga supersticiones”.

Entonces, como una forma de consulta para ver qué resonancia tiene en el otro, García Márquez disfrazaba la obra. Al final, la novela que escribía y la que contaba a sus amigos resultaban totalmente distintas, aunque muy buena también. Era parte de un estricto régimen físico y mental al momento de gestar sus fábulas, como un atleta de alto rendimiento, que lo llevaba a levantarse todos los días a las cinco de la mañana, hacer media hora de bicicleta fija y sentarse frente a la máquina de escribir de seis de la mañana a tres de la tarde, sin respirar. Si lograba sacar en limpio un par de cuartillas al día, lo consideraba una jornada productiva.

De tanto trabajar con las palabras, de tanto barajarlas, sobre todo, cuando ejercía el llamado “ingrato oficio” del periodismo durante su prehistoria literaria, García Márquez llegó a desarrollar una conciencia plena de su responsabilidad con el lector, precisamente a través de la palabra. “Yo, que vivo de las palabras, que trabajo con las palabras, tengo que andar con gran cuidado porque mi peor enemigo también son las palabras”, advirtió aquella tarde. Por eso nunca publicó una línea que no tuviera como base un hecho real, nada de fantasía a lo Walt Disney. Para el Gabo, un escritor no puede imaginar ni inventar lo que le venga en gana, porque corre el riesgo de incurrir en la mentira, que a su entender, resulta más grave en la literatura que en la vida real. Por eso concebía la imaginación como un instrumento de elaboración de la realidad, cuya fuente de creación es siempre la propia realidad.

Al momento de la entrevista, García Márquez tenía 58 años y la edad ya se le notaba, más aun, escribiendo El amor en los tiempos del cólera, una novela muy larga que le traía múltiples problemas técnicos y físicos que no tenía cuando escribió Cien años de soledad. “Un libro tan largo es muy difícil de manejar, además, la edad se nota. Cuando escribía Cien años de soledad, hasta ahora mi libro más largo, tenía 20 años menos, y mi nueva novela tiene cien páginas más, va a perder algunas en el camino, estoy quitando frases inútiles, de manera que eso la concentra sin que cambie o se sacrifique nada de la novela, porque no quiero sacrificar nada. En realidad, si tiene esa longitud, esa es la longitud de la novela. Uno no decide el tamaño de una novela, uno no puede decir ‘voy a escribir un libro largo o corto’, cada libro trae su propio tamaño”, sentenció.

En El amor en los tiempos del cólera la edad cuenta porque cuando escribía Cien años de soledad, sabía en todo momento dónde estaba cada cosa en las 400 y tantas páginas del original. Como se cuida tanto de las palabras repetidas, cuando veía una que había usado anteriormente más o menos con el mismo sentido, iba y la buscaba y allí la encontraba. “Tenía 20 años menos y menos problemas en la cabeza. Era un escritor tranquilo, anónimo, que escribía en su casa sin que nadie lo molestara, sin que nadie viniera de Puerto Rico a hacerle una entrevista”, reprochó sutil.

“En cambio ahora tengo todo el manejo, por supuesto, pero manejar esta cosa, saber dónde está cada cosa… de pronto se encuentra uno un párrafo, un bloque que sabe uno que ahí se desequilibra todo; en cambio, si pasa a otra parte, lo equilibra. Uno sabe dónde quiere que pase, pero a veces me echo muchas horas encontrando dónde está ese lugar. Entonces uno se fatiga un poco, no se escribe con la misma fluidez, pero tengo la impresión, en cambio, que se escribe con más madurez, con más profundidad. Se medita más, se tiene más cuidado de lo que se va a decir. Se pone más atención a todo. Se tiene más responsabilidad, para decirlo de alguna manera. Ahora eso hace más difícil el trabajo de escribir”, declaró.

Otro problema de la novela larga, me reveló esa tarde, es que si el autor se demora mucho en escribirla, corre el riesgo de que termine por aburrirse del tema. Por eso aconseja salir de ella lo más pronto que uno pueda, con gran intensidad. Después no importa, puede uno quedarse con ella el tiempo que quiera, pues nadie lo obliga a publicarla. “Cuando ya estalla uno, cede la tensión, está uno relajado y entonces puede uno seguirla trabajando sin prisa, sin angustia. Pero mientras está en el puro proceso de creación, de la escritura, hay que crear esa tensión. Por eso tuve que alterar mi ritmo de trabajo, que antes era de 9 de la mañana a 2 de la tarde, y ahora es de siete a tres”, reveló.

Como buen artesano de la palabra, el Gabo sabía advertir los problemas inherentes que le crea a un escritor una novela larga, cuando, por ejemplo, lee el lector en tres o cuatro días lo que uno escribe en dos o tres años, lo que le permite notar los cambios de humor imperceptibles que hayan, porque lo ve mucho más concentrado, en conjunto, con una visión panorámica mucho más rápida. “Por eso trato de tener todos los días de la vida en que estoy escribiendo esta novela un mismo humor. Entonces dejo de leer periódicos, o si los leo, los leo en la tarde. No recibo llamadas telefónicas mientras estoy escribiendo para que no me cambie el humor. Tiene que ser todos los días el mismo humor, tiene que ser un régimen de boxeador. Hago media hora diaria de bicicleta fija, no como de noche, sino cosas muy ligeras, porque un mal sueño le hace cambiar a uno el humor. Es un verdadero sacrificio, pero vale la pena. Ahora, a uno eso no le cuesta ningún trabajo porque es la vocación. La mayor satisfacción que uno puede tener es estar haciendo uno el único trabajo que le gusta y tiene el reconocimiento público, y hasta tiene la posibilidad de vivir solo de ese trabajo, es una maravilla”, confesó.

García Márquez tenía plena consciencia de que todo esto se puede lograr cuando el escritor tiene ya la vida resuelta, porque escribir ocho horas seguidas, acostarse a la misma hora todos los días y no tener cambios de humor, son cosas importantes y para eso se necesita tener la vida resuelta, si no, no se puede, aconsejaba. “Hay que hacerles ver a los jóvenes escritores, a los que vienen atrás, que se escribe mejor con la vida resuelta que sin resolver. Hay un criterio romántico de que cuanto más jodido esté uno, mejor le salen las cosas. Lo que pasa es que cuando hay la vocación, hay la inspiración y entonces sale con hambre o sin hambre. Pero si sale con hambre y sin hambre, es mejor que salga sin hambre, ¿no?”

Cuando el Maestro estaba escribiendo tampoco leía mucho lo que iba dejando atrás, porque esperaba que cuando lo terminase lo hubiese olvidado o no recordase muy bien lo que escribió, de manera que al leerlo no lo tuviese demasiado cercano y pudiese hacerlo casi como si no fuera suyo. “Esa distancia me permite una lectura crítica mucho más profunda, mucho más crítica, pero si lo tengo que leer a la tercera vez todo te huele a pescado viejo, entonces tú crees que es culpa del libro y eres injusto, porque es culpa de estarlo leyendo constantemente, de aprendértelo de memoria. Total, que es un oficio difícil, pero yo no puedo imaginar otro mejor”, concluyó.
(Fragmento de un trabajo mayor.)


* El autor es un reconocido escritor y periodista puertorriqueño. Autor entre otras obras de la biografía de Daniel Santos: Vengo a decir adiós a los muchachos.
CONSEJERÍA LETRADA 18



JUAN CARLOS ONETTI
Decálogo más uno, para escritores principiantes.


1. No busquen ser originales, el ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
 
2. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta, éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.

3. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
 
4. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o  esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
 
5. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escribir siempre es para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
 
6. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
 
7. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
 
8. No olviden la frase, justamente famosa: "Dos más dos son cuatro"; pero ¿y si fueran cinco?
 
9. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.

10. Mientan siempre.


11. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso dí lecturas de los trozos ya listos de mi novela que viene a ser lo más bajo en que puede caer un escritor."
CONSEJERÍA LETRADA 17

Lisa Gabriele (Foto: Divulgação)
TRECE MANERAS DE VOLVERSE AUTOR
Por Liza Gabriele


1. Empiece en pequeño. Aparte unas cuantas palabras por semana; las que pueda permitirse. Algunas que no le hagan falta. Pasado un tiempo, usted tendrá unos cuantos cientos, y antes de que caiga en cuenta, tendrá unos cuantos miles, y pronto tendrá todo un libro. La esperanza es que sea lo suficientemente bueno para permitirle pensionarse. Escribir un segundo libro es de veras difícil, y no resulta aconsejable.

2. Escriba sobre algo que sepa. Pero tenga cuidado. Sólo porque usted se sabe Al faro de memoria, no quiere decir que debería escribir ese libro. Alguien –una tal Virginia no sé qué cosa– ya lo escribió.

3. Si tiene bloqueo de escritor, pare y tómese un tiempo. Trate de mantener el asunto por debajo de diez años.

4. Consígase una musa. Si no la halla con facilidad, contrate una de esas que aparecen en la sección de “masajista” en las páginas de los clasificados de periódico local. Exija que le den recibo.

5. Empiece joven. Dios, no demasiado joven. Pero pregúntese: "¿35 se considera joven hoy en día?”. Luego ya no se preocupe más porque alguien le diga que empezó tarde.

6. Si usted piensa ejercitarse en el género de las memorias, asegúrese de haber sido pobre de solemnidad, o terriblemente rico, o sobreviviente de una guerra brutal (las domésticas funcionan, cómo no). Al final usted debe haber salido bien librado. Si los criterios aquí descritos no aplican en su caso, escriba sobre fútbol.

7. Buena suerte con las escenas de sexo. De nuevo, escriba sobre lo que sabe (je, je, je, je…).

8. Aléjese de los así llamados “negros”. Ellos no existen (ningún escritor trabaja de veras para otro).

9. Consígase un agente. Déle las gracias en su libro. El lugar adecuado es justo encima de su benévolo profesor de bachillerato y debajo de su loca e incomprendida madre.

10. Si tiene la suficiente suerte como para levantarse un editor, lea cada palabra de su contrato. Incluso lo que viene en letra menuda, cuya lectura exige microscopio. Haga que un abogado le eche un vistazo. De hecho, muéstreselo a sus amigos y distribúyalo entre los miembros de la familia, cercana y lejana. Ándele, bótelo desde un avión que vuele a poca altura, permitiendo así que las evidencias de su genialidad se dispersen por las calles, porque, ¿puede usted creerlo?, alguien le está pagando en serio por escribir algo. ¿No es asombroso? Luego firme el pinche papel.

11. Mientras usted no está escribiendo, escribiendo, escribiendo, deberá estar leyendo, leyendo, leyendo. Pero usted no deberá estar siempre leyendo, leyendo, leyendo lo que estaba escribiendo, escribiendo, escribiendo.
Eso se llama bloqueo de escritor. Relea el aparte No. 3. ¡Ojo!, no una y otra vez.

12. No escriba en público. No lleve su computador portátil al café. No garabetee en los restaurantes. La otra gente está comiendo. A menos que se haya incendiado su casa. A menos que, de veras, usted no tenga dónde vivir. La escritura es una ocupación para ser realizada en su propio y húmedo infierno.

Usted se estaba buscando esa fecha límite imposible, ¿no es cierto? Usted se la ganó con la insistidera en que quería ser escritor (y escritora también, pues las calamidades no permiten diferencia de género), con la obsesión de lo MUCHO que tenía para DECIRLE al mundo. De modo que calle la boca y escriba, sin perturbarnos a los demás, que ya tenemos más que suficiente con nuestras dietas imposibles, con nuestras vidas mediocres, con nuestras boletas fiscales (un día sí y el otro no), con nuestras carpas perforadas.

¡Morirse de hambre es muy sexy! ¡La pobreza ennoblece! Nadie quiere oír nada sobre lo difícil que es estar solo con sus demonios interiores, que pujan y patalean para salir a descrestar al mundo. ¡NADIE!

13. Por encima de todo, evite los clichés como la peste.
CONSEJERÍA LETRADA 16

MANUAL PARA LEER EN LOS BUSES
Por Rafael Aguirre



Para los lectores que leen varios libros simultáneamente a pesar de sus múltiples ocupaciones (como en mi caso); para esos que poseen un libro en su lugar de trabajo, otro en la mesita de noche (libro de cabecera) y otro en el retrete para los minutos de encuentros fisiológicos que sumados darían para leer la poesía de los poetas malditos en menos de un año. Para quienes empacan un libro cuando se van de vacaciones. Para esos devoradores de letras insaciables van estos consejos que no provienen de un oftalmólogo sino de las observación y experiencia de un lector que a menudo lee en los buses.

 1. Elija como libro para leer en el bus uno cuyas letras no sean demasiado pequeña; de punto 12 en adelante.

2. Nunca se siente en las bancas de atrás, son las que más se sacuden y harían imposible cualquier lectura.

3. El vehículo debe transitar por vías asfaltadas, mucho mejor si hay pocas curvas y su velocidad es constante; poseer excelente amortiguación lo cual detectamos con la práctica. En una carretera con huecos o destapada es mejor dejar el libro guardado.

4. Lea ideas generales más que palabras unidas.

5. Que la lectura no sea de alta concentración visual aunque si intelectual, pues para pensar no existe ningún problema dentro de los buses.

6. Combine la lectura con miradas hacia el paisaje que pasa a través de la ventanilla del vehículo. La monotonía adormece.

7. Si se siente fatigado cierre el libro y dedíquese a leer ese gran libro que es el mundo que pasa a través de la ventanilla. Los paisajes naturales son relajantes y también motivan nuestro pensamiento.

8. Hágame saber cualquier otra observación que al respecto tenga a bien experimentar.

9. Asista una vez al año donde el oftalmólogo para verificar su salud visual y de paso comprobar la eficacia de estos consejos.

10. Aunque la eficacia de estos consejos está en la calidad de su lectura, a lo sumo le recetarán gafas como en mi caso pero eso no me importó.