Diez trucos infalibles para no escribir
Por Josefina Licitra
(Santiago de Chile 1966)
Uno. Hacer algo con tierra. Plantar habas, pimientos y
flores. Hundir caracoles en sal. Matar insectos. Seguir hormigas como se sigue
la huella de un crimen.
Dos. Nadar.
Inhalar de costado, retener el aire, soltarlo en cuatro brazadas, ver las
burbujas saliendo de la nariz. No pensar en palabras: solo en burbujas.
Tres. Apoyar
el oído sobre el pecho de alguien. Sentir el latido. Sentir la fragilidad del
cuerpo, y hundirse en un sopor de comodidad y angustia. Amar.
Cuatro. Poner
música en el living. Bailar de modos indebidos. Tomar la guitarra y soñar con
ser la nueva Janis Joplin. Procurar que nadie, en tu casa, se entere de cosa
semejante.
Cinco. Fascinarse con la televisión basura. Ver Cops, Bailando
por un sueño y las experiencias paranormales del canal Infinito. Ver
programas del corazón. Escuchar los problemas de cama y celos de gente
ordinaria. En algún momento, pronunciar la frase: “Ella tiene razón”.
Seis. Viajar
a Montevideo y caminar por la Rambla. Sentir el ruido del viento y del agua y
no saber qué ruido pertenece a qué cosa. Mirar el mar. Llorar por nada en
especial: por solidaridad con el mar.
Siete. Ir
a una tienda grande y probarse vestidos de fiesta. Mirar los precintos de
seguridad. Fantasear con robar todo. Luego recapacitar. Entender que ya no vas
a fiestas. Comprar dos remeras y pensar en la palabra “oportunidad”.
Ocho. Criticar
a alguien por teléfono mientras se lava un plato, se hace una cama o se lleva a
cabo cualquier otra acción vinculada al tedio. Compadecerse de las vidas de los
otros.
Nueve. Hablar
con tu abuela. Empezar con temas de salud y terminar hablando de delincuencia
juvenil. Decirle que sí a todo. No pensar en su muerte. No pensar en la muerte
de nadie querido, nunca.
Diez. Hacer
un asado e invitar –entre tantos– a una persona sociable y otra sobreinformada.
Pasar la noche tomando vino; dejar que los dos invitados entretengan al resto.
Luego hacer el amor con tu pareja y dormir. No dejar que las palabras
interrumpan el sueño, ni ninguna otra cosa.
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